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"Historias de tatarabuelos y héroes" - Notas de Interés de la ciudad de Banfield

 
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"Historias de tatarabuelos y héroes", por Martín Estévez
La historia no oficial de Banfield: Capítulo 2 (1900-1903)


"Historias de tatarabuelos y héroes", por Martín Estévez - La historia no oficial de Banfield: Capítulo 2 (1900-1903)
¿Qué pasa cuándo descubrís que la realidad no fue como la imaginaste? Alan lo sufrió y decidió conocer la verdad. Se llevaría una gran sorpresa…
Alan tiene 12 años. Vive su infancia con mil remeras blancas y verdes puestas, casi por legado. En cada fiesta, en cada reunión familiar, no faltaba alguien que le recordara lo que tanto le gustaba recordar: que su tatarabuelo había sido un importante jugador de Banfield.
Él siempre lo imaginó parecido a su ídolo, Raúl Wensel: un goleador potente, querido por la multitud, firmando importantes contratos. Imaginó a su abuelo como a un héroe.

Una tarde como cualquiera, la del miércoles 3 de noviembre de 1993, Alan entró a la Escuela Nº24. Eran sus últimos días en séptimo grado. Sus compañeros estaban reunidos y, al verlo, giraron en dirección a él. Pablo descargó su batería: “¡Alan, nos dijiste cualquiera de tu tatarabuelo! Mi viejo me dijo que en esa época, Banfield jugaba re mal, que a los jugadores no los conocía nadie. Dijiste que tu tatarabuelo jugaba re bien, pero es cualquiera. ¡Los que jugaban en esa época eran de madera!”. Alan se quedó mudo. “Listo, no mientas más con lo de tu tatarabuelo. No lo conocía nadie”, remató Federico. Enseguida, sonó el timbre y todos formaron. Luego, el día transcurrió con normalidad, excepto para Alan, que casi no habló y se fue sin saludar.

Nunca había pensado en la posibilidad de que su tatarabuelo no fuera un gran jugador. Lo imaginaba batallando en juegos épicos contra Boca, gritándole un gol a Independiente. No podía creer lo que había dicho Pablo, y decidió asegurarse de que era falso. Para empezar, le pidió a su mamá, Delia, que lo acompañase, y fue por primera vez a una biblioteca. Pidió libros sobre la historia del fútbol, sobre ídolos del deporte, un puñado de revistas El Gráfico… La primera sorpresa se la llevó al notar que en los (pocos) periódicos que había de principios del siglo XX, casi no se hablaba de fútbol. Luego, cuando al revisar las tablas de posiciones entre 1900 y 1903 (cuando se suponìa que había jugado su tatarabuelo) vio que Banfield ni figuraba. Un escalofrío le recorrió la espalda. Recordó las burlas de Federico. Pensó en Wensel, y en que su ‘tatara’ no era nadie. Llegó a la conclusión de que su familia le había mentido, que en realidad ningún familiar suyo fue futbolista, que sólo lo habían engañado. Le dijo a su mamá que le dolía la panza y que quería volver. “¿Pero encontraste lo que buscabas, Alu?”, inquirió. “Sí, ma, vamos”.

El viaje era largo, y Delia pensó que le debía doler mucho para no hablar en todo el trayecto. Cuando el tren llegaba a Gerli, Alan se animó: “Ma, ¿por qué me dijeron que el abuelo del abuelo jugaba al fútbol?”. “Es que al abuelo le gusta acordarse de eso, Alan. ¿Por qué me lo preguntás?”. “Por nada, por nada”, evadió Alan.

Mantuvo el “dolor de panza” hasta el sábado. Entonces, cuando el abuelo se levantó de la siesta, Alan tomó aire y lo acusó: “¡Vos decís que tu abuelo jugaba en Banfield pero yo busqué en unos libros y es mentira y ahora todos los chicos me cargan y es por tu culpa!”. El abuelo fue hasta su placard y sacó de un cajón, entre su libreta de enrolamiento y una foto de la abuela (que había fallecido en 1988), un pequeño cartón que decía Banfield Athletic Club. Volvió a sentarse, le acarició la cabeza a Alan y le contó…

Le contó que era cierto que Banfield no aparecía en las tablas de posiciones de Primera División, porque jugaba en Segunda. Que en 1901 su abuelo formó parte del equipo que fue campeón por segunda vez en la historia del club. Le contó que eran sólo un grupo de trabajadores ingleses que se juntaban por diversión, sin público, sin contratos… Le contó –como su abuelo le había contado– los hermosos goles de Edward Potter. “El Invencible, Alan, era El Invencible”, se emocionó. Le contó que, aún estando en Segunda, en una encuesta hecha por el Buenos Aires Herald para entregar el Herald Trophy al equipo más popular, Banfield había finalizado quinto, con 317 votos. Le contó que su abuelo no era goleador, que le gustaba correr pero no hacía muchos goles. Que, aun cuando nadie quería jugar en el equipo, su abuelo no faltó nunca, ni siquiera cuando tuvo que jugar en Tercera División. Y le contó que quizá era cierto que no jugaban tan bien como Delfino, Javier Zanetti o Patrulla Jiménez, porque en 1903 habían perdido 13 a 0 contra Barracas, 8 a 0 contra Tigre…

Alan descubrió que había vivido equivocado. Que su tatarabuelo no era un goleador potente, ni querido por la multitud, que ni siquiera firmaba importantes contratos. Descubrió que su tatarabuelo era sólo un hombre con poco talento que amaba profundamente al fútbol y a Banfield, a quien no le importaba si la situación era favorable o desfavorable para entregar su tiempo y esfuerzo en busca de un sueño. Alan descubrió, en definitiva, que su tatarabuelo era definitivamente un héroe. Y el lunes, en la escuela, se lo diría orgulloso a los chicos.

Nota publicada en "Se Juega", N° 7 (Octubre de 2006)

Martín Estévez
http://martinestevez.blogspot.com
 
 

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